Muhammad según La Biblia.

Hasta los días de Jesús (la paz sea con él) , los Israelitas todavía esperaban al profeta anunciado en Deuteronomio 18:18 quien sería como Moisés. A la llegada de Juan el Bautista, le preguntaron que si él era el Cristo y dijo que no.

Le preguntaron que si era él Elías, contestó que no.

Entonces, aparentemente en referencia a Deuteronomio, le preguntaron, “¿Eres tú el Profeta?” y él contestó, “No.” (Juan 1:19-21).

Según el Evangelio de Juan (Capítulos 14,15,16) Jesús habló de un Paráclitos o Consolador, que vendría después de quien sería enviado por el Padre, el cual enseñaría algo nuevo que los contemporáneos de Jesús no podrían llevar.

Aunque el Paráclitos es definido como el espíritu de verdad (esta descripción se parece al titulo famoso de Muhammad, Al-Amín, el digno de confianza). Aunque en otro verso es identificado como el Espíritu Santo (Juan 14:26).
Esta descripción no concuerda con las características del Paráclitos. En las palabras del Diccionario Bíblico (Ed. J. Mckenzie), “Esta interpretación, hay que admitirlo, no presenta una imagen coherente”.

La historia de los primeros cristianos nos indica que ellos entendieron que el Paráclitos sería un hombre y no un espíritu. Esto explica el porque ciertos seguidores les respondieron a aquellos que reclamaban, sin satisfacer el criterio estipulado por Jesús, ser el Paráclitos esperado.

Muhammad (paz sea con él) fue el profeta que era el Paráclitos, Consolador, ayudante y reprendedor enviado por Dios después de Jesús.

Él testificó de Jesús, enseñó cosas nuevas que no pudieron ser enseñadas durante los tiempos de Jesús, habló lo que oyó (revelación), y vive en los creyentes (a través de sus enseñanzas preservadas). Tales enseñanzas permanecerán para siempre porque él fue el último mensajero de Dios, y el único profeta universal que unió a toda la humanidad en el camino de la verdad.

Él habló, en mucho detalle, de lo que iba a pasar – el criterio que dio Moisés para poder distinguir entre los falsos profetas (Deuteronomio 18:22).

Él reprendió al mundo de el pecado, habló de la Justicia y del Juicio (Juan 16:8-11).

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